Dejar que el niño haga lo que quiera cuando todavía no ha desarrollado la capacidad de auto control es traicionar a la idea de libertad.
(Maria Montessori, La Mente Absorbente)
Cuando se habla de normas o límites en educación a menudo se interpreta erróneamente como una forma de autoritarismo, pero la ausencia de límites en las familias puede tener consecuencias negativas en la educación del niño o niña. Padres y educadores se encuentran con la tarea necesaria y nos siempre fácil de poner normas o límites como parte del proceso educativo.
Educar en la libertad no es incompatible con la existencia de límites. La libertad de una persona termina donde empieza la de los demás, es algo básico que deberíamos tener claro, lo que se suele llamar la «Regla de Oro».
Al establecer, padres y educadores los límites, le estamos ayudando a que aprendan a esperar, preparándolos tanto para tolerar las frustraciones inherentes a la vida, como para buscar recursos y alternativas a aquello que desean y no pueden satisfacer en este momento. Cuando se ponen límites con claridad, el niño va a entender cuales son sus derechos, aprenderá a protegerse y cuidarse, desde esta perspectiva suponen una muestra de cariño y cuidado que les ayudará a fortalecerse emocionalmente.
Un niño sin límites termina creyendo que sus deseos, sus necesidades son la única prioridad, lo que puede convertirlo en un niño tirano o en un adulto atrapado por sus deseos y caprichos.
No hay una fórmula mágica para hacerlo, lo que si podemos tener en cuenta es la actitud con la que se transmiten. Si lo hacemos de forma autoritaria, sin dar razones, frecuentemente mediante gritos, el niño aprenderá a actuar desde el miedo, «hago lo que me dicen por temor a las consecuencias».
Los límites, que se expresan de forma arbitraria, incoherente, para complacer al adulto no para educar al niño, crearán en él inestabilidad, «un día se puede hacer algo pero el otro día no». Si la forma en que se expresan es débil, si se transmiten con poca convicción, crearán confusión, «me dicen una cosa pero si no la cumplo no pasa nada».
De manera que incorporar normas a la educación requiere hacerlo de manera consciente, los padres y educadores necesitarán desarrollar paciencia y constancia. Incluso tener en cuenta que si en un momento de conflicto nos sentimos desbordados por la situación, podemos parar y reflexionar. Luego, ya más calmados, volver a actuar tomando el control de la situación, desde una actitud amorosa y respetuosa.
Las normas deberán ser pocas pero las necesarias, comunicadas con claridad, teniendo en cuenta que se van adquiriendo progresivamente y por etapas. Es necesario que estos límites sean razonables y respetuosos con la integridad del niño.
¿Cómo hacerlo?, aqui os dejamos algunas sugerencias:
- Expresarlos con cariño pero con firmeza, desde el amor y el convencimiento que esta enseñanza es importante para su desarrollo como persona. Es importante mostrase seguros de lo que estamos diciendo.
- Que el niño entienda que las normas se respetan porque tienen sentido para él, no porque las dicen los adultos. Conviene que sean transmitidas de manera clara que las puedan comprender.
- Si gritamos o nos enfadamos perderemos credibilidad. Tomar conciencia que estamos educando y que los niños necesitan su tiempo para aprender para lo que quizás sea necesario repetirlo, como parte de este proceso de aprendizaje.
- Estar atentos a ser coherentes y una vez establecido un límite mantenerlo. Los adultos somos modelos en los que ellos se mirarán, si establecemos que durante las horas de las comidas queremos fomentar la comunicación, por lo que los móviles se dejarán en otra habitación, será necesario que el adulto actúe en consecuencia y se abstenga de utilizarlo en estas ocasiones.
- Conviene que los dos padres estén deacuerdo y si es en la escuela que su aplicación sea conocida por toda la clase incluso puede estar a la vista de todos en algún espacio del aula.
- Exponerlos en positivo, damos la información de lo que sí se puede hacer y obviamos todo lo que no se puede hacer, por ejemplo: «Sólo estamos de pie en el suelo» en vez de «No nos ponemos de pie en el sofá».