“El cuerpo dice lo que queda más allá de las palabras”
Martha Graham
En una entrada anterior en este Blog titulada El cuerpo y sus razones, hablábamos sobre cómo el desarrollo de la conciencia corporal es un pilar básico para conseguir bienestar. Pero un tema tan fundamental como apasionante, bien se merece que le dediquemos otro espacio para que sigamos profundizando en él.
Aunque a veces nos pase desapercibido, solemos vivir en general bastante alejados de nuestro cuerpo, más cercanos a nuestra mente que organiza, imagina y nos dice como debemos sentirnos, que debemos hacer y que decisiones tomar. No estamos hablando de la practica de deporte, siempre muy recomendable, que nos mantiene en forma y repara las secuelas de una vida bástate sedentaria que solemos llevar.
Tampoco nos estamos refiriendo a valorar si estamos en nuestro peso o nos sobra algún kilo, o si nuestros músculos están lo bastante desarrollados o no.
Escuchar a nuestro cuerpo, es una invitación a prestar atención a la sensación física sentida, lo que no tiene nada que ver con pensar en el cuerpo. Esta indicación aunque suene sencilla a veces requiere un tiempo de práctica para darnos cuenta que solo consiste en reconocer las sensaciones presentes. De esta manera, la observación corporal nos resultará de gran utilidad para clasificar esas sensaciones y experiencias internas en tres grandes categorías: agradables, desagradables y neutras.
Al trabajar con técnicas que como el Yoga fomentan el de autonocimiento, para desarrollar todos los aspectos de nuestra naturaleza, descubrimos que el cuerpo tiene su propia sabiduría y si lo escuchamos atentamente, puede mostrarnos donde se depositan nuestras tensiones físicas, emocionales y los impactos de nuestros pensamientos.
Habitualmente en nuestra vida diaria de rutinas y prisas suele resultar complicado estar cerca del cuerpo y «escucharlo», aún así él a veces nos susurra información sobre como se encuentra y si no le escuchamos termina «gritándonos» en forma de alguna dolencia más importante que nos hace parar para atenderlo.
Este ejercicio de desarrollar la observación corporal, nos va a permitir darnos cuenta y reconocer, como nuestro cuerpo siente o experimenta, lo que puede resultar muy útil a todos los niveles especialmente para trabajar con el estrés, la ansiedad y el dolor físico.
Al sentir lo que nuestro cuerpo experimenta en cada momento, podremos descubrir que algunas de las sensaciones que experimentamos, pueden ir acompañadas de pensamientos y emociones, ante lo que no necesitamos hacer nada más que reconocerlo. Este reconocimiento consiste en ver las cosas tal cual son, nos gusten o nos desagraden. La aceptación de estas sensaciones, nos permitirá estar a gusto o en paz con las cosas tal cual son.
Pero esta atención al cuerpo requiere de una actitud amable ante lo que observemos, algo así como imaginar que colocamos un saquito térmico caliente en esa zona de nuestro cuerpo donde percibamos algún tipo de tensión, permitiendo que se ablande, mientras nos dejamos acompañar por la respiración natural, lenta y profunda.